En medio de las crecientes preocupaciones por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el acelerado crecimiento urbano, ha surgido una corriente de pensamiento en la arquitectura que busca establecer una conexión más profunda entre los seres humanos y la naturaleza. Esta corriente, conocida como biofilia, surge del concepto acuñado por el biólogo Edward O. Wilson que describe nuestra innata afinidad y vínculo emocional con la naturaleza. Es una respuesta a la creciente desconexión entre las personas y el entorno natural, que tiene implicancias sobre la salud física y mental. La integración de principios de biofilia en la arquitectura busca restablecer esta conexión perdida al integrar elementos naturales en los espacios construidos, promoviendo el bienestar humano.
Es así como la biofilia en la arquitectura se materializa comúnmente a través de la incorporación de vegetación, tal como plantas, jardines verticales y techos verdes. Si bien estos elementos son fundamentales para crear entornos más naturales, la conexión con la naturaleza va más allá de la mera presencia de plantas. El uso de materiales naturales, tal como madera, piedra o tierra en el diseño arquitectónico no solo brinda una imagen natural, sino que también conecta con los materiales de la tierra. Asimismo, la integración de luz natural y vistas al exterior en los espacios arquitectónicos tiene beneficios comprobados para la salud y bienestar, ya que conecta y regula el ciclo circadiano de los seres humanos.
Si bien la biofilia nos inspira a valorar la naturaleza, también es importante reconocer que la idealización excesiva de lo "natural" puede llevar a una visión reduccionista y simplificada de la relación entre el ser humano y naturaleza; que puede llevar a una cosificación de la naturaleza, tratándola como un objeto estético o un recurso utilitario en lugar de un sistema vivo complejo.
En esa línea se observa el creciente uso de vegetación plástica como sustituto de plantas reales en muros verdes y elementos de decoración que socavan la esencia misma de la biofilia. Las plantas reales contribuyen a mejorar la calidad del aire y reducir el ruido; tienen la capacidad de absorber contaminantes y liberar oxígeno, creando ambientes más saludables. La vegetación plástica no solo no posee ninguno de estos beneficios, sino que contribuyen a los problemas ambientales al derivar de combustibles fósiles y poseer una huella de carbono significativa.
Por lo tanto, existe la preocupación de que la biofilia en la arquitectura se convierta en una mera tendencia estética en lugar de abordar de manera integral los desafíos ambientales y sociales más amplios. Al enfocarse principalmente en la inclusión de elementos naturales en el entorno construido (incluyendo elementos de vegetación plástica) se corre el riesgo de olvidar la importancia de preservar y proteger los ecosistemas naturales en su forma original.
En el contexto de la arquitectura chilena, la biofilia se presenta como una oportunidad única para reconectar con la rica biodiversidad y entorno natural del país. Chile cuenta con una gran variedad de paisajes, desde la montaña al mar, pasando por desiertos, bosques y lagos. En cada contexto, la naturaleza tiene una forma diferente. La presencia del verde no tiene sentido en el norte desértico, donde los minerales en la tierra representan la verdadera imagen de lo natural. En Concepción, donde vivo en el sur de Chile, la mejor representación de la naturaleza radica en el cielo dinámico y profundo, por lo que las vistas al cielo conectan los espacios arquitectónicos con los ciclos naturales.
En conclusión, la biofilia en la arquitectura va más allá de la presencia de vegetación. Al explorar estos principios, podemos crear entornos construidos que reconecten al ser humano con su innata afinidad con la naturaleza, mejorando su calidad de vida y promoviendo la sustentabilidad. Leer más