Hace casi 120 años se originó el primer asentamiento minero-industrial en Chile, en un lugar a 2.500 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de la cordillera de Los Andes, alejado de los centros urbanos, expuesto a fuertes pendientes, con un espacio útil mínimo y sometido a las inclemencias del tiempo, nacía Sewell, la ciudad de las escaleras.
Su construcción parecía imposible, pero la Braden Copper Company, dueña del yacimiento El Teniente, fijó su mirada en otra faena minera, una con condiciones basales similares. El yacimiento minero Kennecott, ubicado en el sureste del estado de Alaska en Estados Unidos, fue la inspiración para el diseño de Sewell.
El primer gran hito fue adaptarse a la geografía de la alta montaña, en vez de modificar la geografía se adaptaron las construcciones, generando una ciudad que parece colgada de la pared de la cordillera. El segundo hito es la elección del material, debido a su capacidad térmica, aislación acústica, ligereza y proveedor de alta resistencia, la elección fue la madera.
Un enorme desafío requirió una gran solución, el pueblo minero de la región de O’Higgins llegó a albergar 15.000 personas a finales de 1960 y debido a sus particularidades, como lo es el emplazamiento en la cordillera y la singularidad de sus estructuras de madera, el año 2006 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
La historia es cíclica, y después de un siglo, la cuprífera estatal tiene una gran oportunidad.
Desde hace dos meses, Codelco tiene un nuevo presidente ejecutivo, el ingeniero civil químico de la Universidad de Chile de 64 años, Rubén Alvarado Vigar, ex gerente general de Metro. El ejecutivo tiene una larga historia ligada a la corporación, en los años 2000, fue gerente general de El Teniente, por lo la historia de Sewell la conoce de primera fuente.
A mediados de mes, dio una entrevista a un diario de circulación nacional, en donde reconoce que este año la producción de la estatal será del orden de 1.315.000 toneladas de cobre fino, lo cual es una noticia devastadora. Para ponerla en contexto, Codelco no producía menos de 1.400.000 toneladas desde 1997, hace más de 25 años.
Ante la consulta, cuánto es la meta para el 2024, su respuesta fue que se esperan 1.340.000 toneladas, es decir, se aspira a producir lo mismo que este año. Y recién para el 2030 se pretende recuperar las 1.700.000 toneladas de producción, lo cual sería la misma producción que se tenía en 2017, en pocas palabras, será un poco más de una década de estancamiento en la producción.
El primer paso para cumplir con la recuperación de los niveles productivos es sacar adelante sus proyectos estructurales, sin daños a las personas, sin mayores alzas de costos y sin mayores aplazamientos de su puesta en marcha. La corporación necesita cobre fino y lo necesita lo antes posible.
Así como hace 100 años se logró algo que parecía imposible, hoy, si Codelco quiere volver a crecer, podría hacer lo mismo que se hizo hace un siglo atrás, mirar al pasado para proyectar el futuro. Codelco tiene muchos activos valiosos, activos que están totalmente amortizados, que hay que reacondicionarlos de la manera más ingeniosa posible.
Para poder darle una mayor vida útil a las instalaciones, el primer paso es hacer un buen diagnóstico, reconocer y conocer la realidad de las plantas, generar planes de mantención y recuperación retadores y creativos. Ese es el primer paso, un paso lleno de incertidumbres, pero también lleno de esperanza.
Así como los mineros de Sewell afrontaron sus dificultades, primero afianzados en el pino Oregón americano para luego seguir con el roble chileno, los actuales Codelco deben observar su pasado americano, y basándose en la resiliencia chilena, forjar su nuevo futuro.
En el próximo lustro, seremos testigos directos de cómo la estatal enfrenta este nuevo desafío, que nos mostrará de qué madera están hechos los Codelco de hoy. Leer más