Hace apenas 13 años, la ONU reconoció el agua y el saneamiento como un derecho humano fundamental (2010). Todavía hay un veinticinco por ciento de la población mundial, cerca de dos mil millones de personas, que no tienen acceso seguro a esta fuente de vida. La mayoría, mujeres y niñas en zonas rurales.
El principio de priorización del uso de agua para el consumo humano ha sido recientemente consagrado por nuestra legislación de aguas. El ordenamiento jurídico chileno incorporó el derecho humano al agua a partir de la reforma introducida al Código de Aguas (“CdA”), por la Ley N° 21.435 de 2022, estableciéndose que “el acceso al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial e irrenunciable, que debe ser garantizado por el Estado” (artículo 5°, inciso cuarto, del CdA). Esta norma, si bien está contenida en una disposición de rango legal, relativa a la asignación de derechos de aprovechamiento de aguas en atención a la finalidad propia del CdA, se ha entendido, por cierta doctrina, que tiene la calidad de un derecho humano de carácter general.
De acuerdo a Naciones Unidas será necesario doblar la producción de alimentos en los próximos años, y la agricultura representa el 70% del consumo a nivel mundial.
El déficit hídrico en Chile se está tomando muy en serio y es objeto de un profundo análisis del Estado, las empresas y la Academia. Es la única forma de dotar del único recurso a la población y al sistema productivo, sin el cual la vida no se sostiene.
La desalación tiene una serie de ventajas, aporta un recurso de agua prácticamente inagotable, que no depende de la climatología y libera los recursos convencionales superficiales y subterráneos. El agua producto, ciertamente, es más cara que la alternativa tradicional, sin embargo, el agua más cara para la sociedad es la que no se tiene.
Existen unas 20.000 desaladoras en el mundo. En España, el 21% del agua desalada se utiliza para la agricultura. En Chile, el 80% del agua desalada se utiliza para la minería. El esfuerzo actual va encaminado a equilibrar la balanza de agua disponible para la industria, el consumo humano y el riego. Los anteriores son tres pilares fundamentales en Chile. El humano es, sin lugar a dudas, el prioritario. Pero los tres son muy necesarios. Las plantas desaladoras que han desarrollado las mineras en la última década también alivian la presión sobre ríos y recursos subterráneos, y han permitido desarrollar una tecnología antes novedosa para el país, ahora más que probada y que ha generado tanto empleo muy calificado en infraestructura. La planificación que está llevando a cabo el Estado y el desarrollo de plantas desaladoras adicionales para el consumo humano y el riego a pequeña y gran escala, de forma ordenada y respetuosa con el medio ambiente y las comunidades desde las regiones, es parte de la solución definitiva a la crisis hídrica.
Las tendencias en innovación se centran en la sostenibilidad. Debemos ser muy cautos a la hora de abordar la mal llamada “salmuera”, que no es sino agua con altas concentraciones de sal. En los proyectos de desalación se realizan rigurosos estudios de impacto ambiental previo y planes de vigilancia ambiental posteriores. En agua de mar, la salmuera se diluye antes de verterla y luego se vierte mediante difusores para una mezcla rápida. Se disponen planes de monitoreo en detalle del comportamiento de los organismos marinos como consecuencia de la “pluma” de difusión. En definitiva, los avances tecnológicos permiten, bien implementados, reducir el impacto ambiental y dotar de agua al ser humano. Leer más