Es un hecho que la productividad para el sector construcción en nuestro país tiene mucho que avanzar, las cifras nacionales apuntan a que la productividad del sector es la mitad de la que presentan países referentes de la OCDE. Además, la industria de la construcción chilena es sólo más productiva que la industria de la agricultura y la pesca, ambas basadas en procesos artesanales y de naturaleza unipersonal. Tras estos antecedentes, la pregunta es: ¿Puede el hormigón con- tribuir a mejorar estos indicadores de productividad?
En Chile tradicionalmente se construye in situ con hormigón confeccionado en obra o con hormigón premezclado. De hecho, según el portal de estadísticas del Instituto del Cemento y el Hormigón en Chile (ICH), para mayo de 2022 en la categoría superficie total y participación por materialidad, un 69,22% corresponde a construcción con hormigón, seguido por la albañilería con una participación de 8,27%, por lo que resulta relevante incorporar soluciones que son de uso común en otras latitudes. Si bien, en las últimas décadas se dio un salto relevante de usar hormigón confeccionado en obra a hormigón premezclado, aún falta por avanzar.
Los hormigones premezclados permiten usar dosificaciones y procesos controlados con estándares normativos, esto ha permitido aumentar las resistencias de los hormigones e implementar nuevos procesos de colocación como pueden ser el hormigón autocompactante o los bombeos, que hoy son de uso cotidiano. También se ha avanzado en el uso de moldajes industriales, que además de mejorar las terminaciones y reducir algunos defectos superficiales, mejoran los índices de seguridad asociados principalmente a la capacidad soportante frente a las presiones que ejerce el hormigón fresco, que se comporta como un fluido con densidad cercana a los 2.400 kg/m3.
Pero aún se pueden incorporar en los proyectos otras soluciones que permitirían reducir: 1) plazos de construcción, 2) residuos en obra y 3) impacto ambiental al entorno de las edificaciones. Estos procesos están relacionados a el uso de elementos prefabricados de hormigón, que entregan grandes bene- ficios; y si bien puede ser a un costo directo mayor, el análisis debe considerar plazos (gastos generales), el costo de la disposición de residuos, costo de mano de obra especializada, entre otros.
Revisemos algunas cifras, de acuerdo con el estudio de productividad de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) del 2020, en Chile se utilizan algunos elementos prefabricados como escaleras, tabiques, baños, losas y muros; para ninguno de estos elementos se alcanzan cifras relevantes que puedan hacer la diferencia en el ámbito de la
productividad, tampoco se llega a niveles de otros países. A modo de ejemplo, en el caso de las escaleras-el elemento prefabricado más usado en Chile- sólo se alcanza el 20% de uso, mientras que internacionalmente se tiene un 45%. A su vez, el elemento prefabricado que presenta la menor brecha entre Chile y otros países, corresponde a los tabiques, los restantes elementos presentan una utilización muy discreta con gran potencial de crecimiento.
Los avances en la tecnología de los aditivos han sido fundamentales para el hormigón moderno, actualmente se cuenta con soluciones que permiten: controlar el proceso de hidratación del cemento, mejorar la reología de mezclas con falta de finos, alcanzar altas docilidades facilitando la colocación a grandes distancias de bombeo, alcanzar altas resistencias iniciales sin uso de acelerantes, tratar residuos de hormigón fresco, entre otros efectos. Estas mezclas tienen un 100% de posibilidades de uso en elementos prefabricados de todo tipo y en todo Chile. En una planta de prefabricados de hormigón es posible implementar procesos más controlados, estandarizados y es posible dar garantías de calidad, aportando a la productividad con un sentido de responsabilidad social y ambiental. Leer más