El uso de metodologías colaborativas en construcción, como el Virtual Design and Construction (VDC), representa una estrategia clave para optimizar procesos y elevar la calidad de los proyectos.
La metodología, creada en el Centro de Ingeniería de Instalaciones Integradas (CIFE) de la Universidad de Stanford, revolucionó la forma de gestionar y diseñar obras. Puesto que su implementación permite reducir errores, planificar con mayor precisión, controlar mejor los costos y coordinar eficazmente a equipos multidisciplinarios.
Pero para que funcione, no basta con adoptar herramientas digitales. Es imprescindible contar con un equipo capacitado durante todo el ciclo de vida del proyecto. Este es uno de los grandes desafíos del VDC: exige nuevas competencias técnicas, habilidades digitales y una mentalidad verdaderamente colaborativa.
Además, requiere integrar principios de gestión inspirados en el enfoque Lean, orientados a reducir desperdicios y optimizar cada fase del proyecto.
Sin embargo, cuando se asume este reto, los beneficios se multiplican. La gestión se vuelve más ágil, las decisiones más informadas y el resultado final, notablemente superior.
Implementar VDC no es solo una cuestión tecnológica, sino organizacional. Los equipos deben dejar atrás los esquemas fragmentados y trabajar de forma integrada desde la etapa de diseño hasta la entrega final. Esto requiere una estructura colaborativa y simultánea, con objetivos comunes y participación activa de todos los actores clave: diseñadores, ingenieros, contratistas, gestores y clientes.
La clave está en generar dinámicas que favorezcan la toma de decisiones en tiempo real, a partir de modelos virtuales actualizados y datos compartidos. La interoperabilidad, la coordinación activa y el compromiso conjunto no son opcionales: son parte de la nueva lógica del trabajo.
El VDC redefine los perfiles profesionales. Exige comprender cómo se gestiona un proyecto desde lo digital para tomar mejores decisiones en lo real. Entre las capacidades técnicas más importantes están la interpretación de modelos coordinados, la planificación basada en modelos temporales (4D), la detección de interferencias y la gestión de datos de manera estructurada.
A esto se suman competencias como la comunicación efectiva, la resolución colaborativa de problemas y la apertura al aprendizaje continuo. En un entorno donde diversas disciplinas interactúan simultáneamente, la capacidad de escuchar, argumentar y construir consensos es tan valiosa como cualquier conocimiento técnico.
Por último, el pensamiento sistémico es fundamental. El VDC obliga a ver el proyecto como un conjunto interdependiente: lo que se diseña influye en la ejecución, lo que se decide en obra repercute en el mantenimiento, y lo que se documenta determina la trazabilidad del proyecto. Entender estas relaciones y actuar con visión integral es, sin duda, una de las competencias más necesarias para construir mejor.
Formar equipos con competencias técnicas sólidas y una mentalidad colaborativa no es una opción, es una condición para lograr proyectos más eficientes, sostenibles y coherentes con los desafíos actuales del sector construcción.
Más que una herramienta, el VDC es una oportunidad para transformar la forma en que concebimos, coordinamos y concretamos nuestras obras. La pregunta ya no es si debemos adoptarlo, sino si estamos preparados para desarrollar las capacidades que exige. Porque solo así podremos construir mejor y con sentido.