De acuerdo con datos nacionales, en Chile se requiere construir a una tasa anual de cerca de 150.000 viviendas en los próximos 5 años para cubrir el déficit habitacional que enfrentamos como sociedad. Algunos estudios plantean que los tiempos de construcción se pueden reducir en 30% si se aplican métodos de viviendas modular y/o industrializadas, lo que además permitiría estandarizar la calidad y reducir los residuos que genera la construcción tradicional.
Por ejemplo, en los años 2000 se potenció el uso de placas de ferrocemento en el sur de Chile, esta solución demostró cumplir con el comportamiento sísmico al soportar el gran terremoto de 2010 con daños menores y hay evidencia de su buen comportamiento de durabilidad y resistencia al fuego. Así y de acuerdo con algunas estimaciones, el costo directo de estas viviendas podría resultar hasta un 25 % mayor, y podría ser hasta 35% más rápida de construir, solo bastaría un cálculo rápido de las autoridades para enfocar mejor la política pública, pero en Chile nos cuesta innovar y cambiar.
Al analizar las cifras, se puede afirmar con cierta certeza de que la construcción tradicional no puede crecer mucho más, no tenemos capacidad instalada, cantidad de trabajadores capacitados y/o los recursos para soportar la construcción de una cantidad mayor de viviendas bajo los métodos tradicionales y valorados por las personas, se sabe que en Chile el crecimiento del uso del hormigón ha crecido consistentemente durante los últimos 20 años y alcanza un 70% en la materialidad de muros en las últimas mediciones, muy por sobre la albañilería y otros materiales.
Entonces, ¿Qué debe suceder para que las autoridades propicien escenarios atractivos para la construcción de viviendas modulares o avanzar en la industrialización de la construcción? Afortunadamente no hemos tenido en los últimos años grandes catástrofes que aceleren y obliguen al cambio de paradigma de los métodos de construcción (así como pasó, por ejemplo, en el ámbito de la educación con la pandemia y la oferta de programas on line); sin embargo, sabemos que estaremos expuestos a la ocurrencia de diversos eventos que estresaran la capacidad de respuesta de autoridades e industria de la construcción en cualquier momento, finalmente se ve un futuro incierto y oscuro.
Debemos plantear si las viviendas modulares son una solución para los problemas planteados e inevitablemente viene a mi mente el recuerdo de mi tesis de magister en el que realicé un levantamiento respecto de los proyectos que no terminaban a tiempo; aun cuando ese estudio fue realizado hace más de una década y se estableció que solo el 3% de los proyectos terminaban en el plazo establecido, pero tristemente no se observan mejoras significativas desde entonces. La construcción modular y la industrialización parece ser entonces una solución real y viable para reducir, y ojalá hacer desaparecer, el déficit habitacional. Las políticas de estado deben ir orientadas a mejorar la productividad, instalar plantas móviles con estrictos controles de calidad a pie de obra y estimular con beneficios concretos la reducción significativa los tiempos de entrega. Lamentablemente hoy, el constructor no tiene incentivos reales para entregar antes del tiempo considerado, ni para innovar e implementar mejoras en sus procesos constructivos; de hecho, lo que ocurre es la cultura del “siempre se ha hecho así” y esto atenta contra la incorporación de nuevas tecnologías en la obra gruesa. Tampoco es común ver en nuestras obras la robotización de tareas como estucos o albañilería, por lo que lo tratado en esta columna es extensible a las terminaciones e instalaciones, qué duda cabe que seguimos implementando los mismos métodos de fines siglo pasado y que hoy no hay verdaderos incentivos para la innovación y tecnologización de la construcción de viviendas sociales en hormigón, existiendo las tecnologías para hacerlo.