El mes pasado tuve la suerte de recorrer las ruinas de Pompeya, la ciudad romana enterrada por el volcán Vesubio en el año 79 y desenterrada a partir de 1748. Resulta impresionante ver el estado de conservación de las casas que se construyeron hace más de 2000 años, al igual que impresiona el grado de organización de la ciudad. Pero más allá de lo atractivo del lugar, me surgieron tres preguntas: ¿Cómo lograron hacer tanto con tan poca tecnología?, ¿cómo fueron capaces de construir algo tan duradero? y finalmente ¿cómo es posible que 2000 años después nos parezcamos tanto?
Mis reflexiones a estas interrogantes:
Inteligencia
La organización de casas y barrios, los mensajes políticos, los jardines y lugares de entretención, el arte y/o lujo como forma de destacar. No se visualiza la producción en serie, pero el resto se parece bastante. Sus desafíos eran resueltos a partir de lo disponible, más allá de la tecnología.
La gestión eficiente de los recursos disponibles requiere del uso de la inteligencia, no de la artificial, de la más tradicional y de la IE (inteligencia emocional). El cambio cultural siempre será el mayor desafío de una organización, porque requiere destinar tiempo, recursos y alinear incentivos. El cambio requiere avanzar desde dentro, movilizar personas, reunir al talento y motivarlo. Una pregunta que pueden aplicar en sus empresas ¿Cuál de estas dos actividades es peor vista: ¿cometer un error o no innovar?
No es un tema de tecnología
Trabajo en equipo por sobre la tecnología es otra forma de decir que la IE está por sobre las herramientas. Las tecnologías son “herramientas” que las personas desarrollan para hacer sus actividades de mejor forma. Es necesario aprender a usarlas. El aprendizaje al igual que la innovación surge de la interacción y de los desafíos. La innovación no funciona en silos y el aprendizaje en silos es lento. Es necesario abrir las puertas a lo nuevo y atrevernos a interactuar con nuevas soluciones, así como velar por establecer formas de mantenernos vinculados, permitiendo dar autonomía a los equipos para que puedan equivocarse y aprender.
El progreso no es un tema de suerte, es un avance sistemático hacia un objetivo. La sistematicidad es un músculo poderoso, más fuerte que la motivación esporádica. La disciplina en el hacer nos ayuda a construir grandes ciudades con pequeñas piedras.
Resilientes y sostenibles
Hoy más que durables, nos referimos a las edificaciones como resilientes y sostenibles. Que sean capaces de perdurar en el tiempo adaptándose a las nuevas necesidades y resistiendo los impactos del cambio climático, pero más allá de las edificaciones están los profesionales de los proyectos, y resulta valido preguntar cómo logramos convertirnos en profesionales durables, evitar la obsolescencia y tener la suficiente resiliencia para reconvertirse las veces que sea necesario. Nuestras exigencias respecto del tipo y lugar de trabajo también evolucionan, por ello no debemos confundir trabajos con oportunidades laborales, debemos invertir tiempo en aprender. La formación es un proceso continuo y mi recomendación es que dediquen al menos una hora a la semana en aprender algo nuevo. Lo decía Arie de Geus: la capacidad de aprender más rápido que la competencia es la única ventaja competitiva sostenible. El cambio radica en la capacidad de aprendizaje de las personas.
Propósito y futuro
Siempre ha sido importante el presente y aprender del pasado, pero hay que agregarle un poco de sabor al futuro. Los estudios de crisis anteriores han determinado que las empresas que consiguen mejores resultados, no son las que se enfocan solo en sortear la crisis, sino las que cuentan con planes de largo plazo, es decir, miran más allá.
En 2000 años más, cuando logren desenterrar los vestigios de nuestra civilización, ¿qué crees que aprenderán de nosotros? y ¿cómo imaginas que serás recordado? Leer más