En muchas ocasiones, se confunde el liderazgo con tener siempre la última palabra. Pero no es así. Un buen líder no es aquel que habla más, sino el que escucha con atención. Y para escuchar de verdad, lo primero que hay que saber hacer, son las preguntas adecuadas.
Veamos por qué en comunicación muchas veces hablar menos significa entender más.
Muchos jefes (no nosotros) se pasan el día dando órdenes: qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo. Pero rara vez se detienen a preguntar: “¿Qué piensas tú?” o “¿Cómo lo harías?”. Al no hacerlo, se pierden valiosas ideas, se frena completamente la iniciativa y el equipo se convierte finalmente en “Jefe Dependiente”.
Por el contrario, cuando un superior pregunta con verdadero interés, la otra persona se activa. Se siente valorada. Y de esa interacción casi siempre surge algo nuevo. Frente a lo que podríamos pensar, preguntar no es un signo de debilidad; por el contrario, es una forma mucho más madura de liderar.
Veamos algunos ejemplos de cómo un jefe y un líder marcan la diferencia en el entorno de trabajo
Jefe: “Tenéis que apurar el trabajo”
Líder: “¿Qué podemos ajustar para llegar a tiempo?”
Jefe: “Eso está mal hecho”
Líder: “¿Qué fue lo que salió diferente a lo que esperábamos?”
Jefe: “Hacedlo como yo digo”
Líder: “¿Cómo lo plantearías tú para que funcione bien?”
Y no, como puedes intuir, esto no se trata de dejar de dirigir, sino de incluir a los demás en la solución.
¿Por qué nos cuesta tanto?
A menudo, no preguntamos por miedo a parecer inseguros o porque pensamos que la otra persona no tendrá una buena respuesta. Pero si nunca preguntas, nunca lo sabrás. Y si no preguntas, el otro tampoco se atreverá a pensar, así de simple.
También hay otro factor que juega en nuestra contra: el ritmo. En estos tiempos, todo avanza tan rápido que parece que no hay tiempo para hablar, y mucho menos para dialogar. Sin embargo, una buena pregunta en el momento adecuado puede prevenir muchos errores más adelante.
Como digo habitualmente en mis conferencias: “Nunca tenemos tiempo para pensar, pero si para hacer las cosas dos veces”
Voy a proponer un ejercicio para estos próximos días:
Piensa en una frase que sueles repetir, como “Eso así no sirve”. Esta semana, prueba a cambiar esa frase por una pregunta. Solo una. Observa qué sucede. Escucha. No interrumpas. Anota lo que cambia en el ambiente y en las respuestas.
Te haré un pequeño avance a modo de spoiler. ¿Qué dice la experiencia que cambia cuando preguntas bien?
En primer lugar, menos errores, porque la gente comprende mejor lo que se espera de ellos.
Sin ninguna duda, un mejor ambiente, porque las personas se sienten valoradas y tenidas en cuenta.
Se produce un incremento de la confianza, en ambos sentidos. Algo fundamental porque ayuda a liberar una gran parte de los recursos que se destinan al control
Y por último y más importante en un contexto en el que la innovación y la diferenciación son tan importantes, aparecen ideas que antes ni siquiera se mencionan.
En definitiva
Un líder no está para dar respuestas todo el tiempo. Una de sus funciones principales está en abrir espacios para la comunicación, para la buena comunicación. Para hacer pensar. Para integrar a los miembros de su equipo y no sólo dejar, sino provocar que los demás aporten.
La mayoría de la veces, lo más inteligente no es hablar. Es preguntar y escuchar.
Recuerda poner en práctica este #comuniconsejo. Cambia una orden por una pregunta. Tal vez te sorprenda lo que escuchas.