En el siglo XIX, Chile fue el primer productor de cobre a nivel mundial, llegando a producir 2 millones de toneladas de cobre con una industria pequeña y artesanal, escenario que cambiaría radicalmente en el siglo siguiente.
La llegada de las primeras décadas del siglo XX trajo consigo la industrialización de nuestros grandes yacimientos, a manos de capitales estadounidense es que no solo trajeron grandes máquinas, sino una nueva forma de gestionar los yacimientos.
Desde sus inicios la industria del cobre ha estado marcada por la lejanía a los centros urbanos, los grandes yacimientos de cobre se pueden agrupar en dos grupos, el primero de ellos emplazados en el desierto más árido del mundo, y el otro a una gran altura en la Cordillera de Los Andes.
En ambos casos el temple del minero fue un elemento esencial para materializar dichas construcciones, las cuales nos permitieron ser el primer productor de cobre a nivel mundial del siglo XX, llegando a producir prácticamente el 30% de todo el mineral.
Así como a principios del siglo XX, se produjo la migración desde la minería del carbón hacia la minería del cobre, a principios del siglo XXI vino una nueva ola migratoria, esta vez desde la minería pública hacia la privada.
La llegada de este nuevo siglo trajo de la mano el aumento de producción de la minería privada, pero la gran mayoría de los cuadros profesionales de esas empresas fueron mineros forjados al servicio de la estatal Codelco.
Debido a lo agreste del clima y a la distancia a las urbanizaciones, la industria minera siempre ha sido intensiva en el uso de soluciones industrializadas. Del total de acero que se consume en Chile el 80% se destina a la construcción y la minería.
Con el aumento del costo de la mano de obra, debemos seguir avanzando en soluciones industrializadas, el turno ahora es del hormigón prefabricado. Ya se han realizado estructuras mayores en esta solución, como son naves de talleres, espesadores de grandes dimensiones y túneles de recuperación, pero aún hay mucho campo para avanzar.
Según Cochilco, en la próxima década existen 34 proyectos con una alta probabilidad de materialización, alcanzando en conjunto más de 40 mil millones de dólares de inversión. Pero para lograr que se materialicen estas nuevas oportunidades en base a nuevas ideas, necesitamos miradas distintas, si nuestros equipos de trabajo siguen teniendo la misma estructura y misma composición llegaremos a las mismas soluciones de las últimas décadas.
Se necesitan miradas complementarias, en equipos de trabajo muchísimo más diversos de los que conocemos en la actualidad, debemos aprovechar la tremenda ventaja que tenemos.
Se ha avanzado y mucho, pasamos desde que hace solo 25 años atrás estuviera prohibido el ingreso de mujeres a las minas subterráneas, así lo indicaba el Código del Trabajo, es decir, por ley no podían ingresar, mientras que actualmente existe un 11% de participación femenina.
Tenemos grandes desafíos por delante, pero si no incorporamos talentos nuevos, será imposible lograrlos. Como mínimo deberíamos tener una participación femenina del 20%, tal como lo es en otros países referentes en minería. Pero el aumento de participación no solo debe ser en cantidad, sino también en igualdad y equidad, el mismo trabajo debe generar la misma compensación, pero esa reflexión la dejaremos para una próxima columna. Leer más