“Llamadme Ismael”, así comenzaba la famosa novela publicada en 1851 que narra la decisión de Ismael de embarcarse en una travesía marina, como forma de combatir sus dudas. Un simbolismo de la búsqueda del sentido en la vida y del profundo cuestionamiento a la comprensión del conocimiento. El libro es un viaje a lo inalcanzable, al deseo de explorar los límites de la capacidad, la obsesión humana y la prueba que enfrenta al hombre con su destino. ¿Será que la IA se ha transformado en una ballena blanca que busca capitanes atrevidos? ¿será la IA, un barco dirigido por pocos pero que impacta a muchos?
En el último siglo hemos sido parte de 3 grandes saltos tecnológicos:
Grandes saltos y a la vez grandes cuestionamientos. Pero no debemos olvidar que la tecnología solo progresa cuando encuentra un mercado y, a la vez entender, que nuestros cambios más significativos no requieren tecnología.
La receta del pan, traducir un texto o buscar información, son temas sencillos, no son problemas. La mayoría de nuestros reales problemas son inefables, es decir, no somos capaces de explicarlos. Ese es el mercado que encontró la IA.
La computación basada en instrucciones implícitas. Ya no se programa con código, se programa con ejemplos y al ser instrucciones implícitas, podemos resolver lo que no sabemos plantear. El riesgo es que no sabemos cómo lo está resolviendo, perdemos control, por eso se llama deep learning, porque está en una zona oscura donde la solución podría llegar a pasar por sobre nuestros principios y valores. Como dijo Bruce Schneier: “si crees que la tecnología resolverá todos tus problemas, no entiendes ni la tecnología ni tus problemas”
Resulta difícil imaginar tareas humanas donde no utilicemos componentes de IA, tal vez no habrán. Si, además, le sumas la velocidad de los cambios, el bombardeo de información y la sobredosis de redes sociales, es evidente entender que muchas personas se enfrentan hoy a las preguntas ¿qué hago ahora? ¿tiene sentido lo que estoy haciendo? ¿debería cambiar? ¿me siento feliz?
En la búsqueda de ideales sin límites, necesitamos más marineros reflexivos, observadores y humildes. Capaces de aportar con la reflexión crítica, con limites, con ética y que no pierdan el foco en lo importante. Conscientes de la responsabilidad colectiva.
Parecería que el uso de la IA fuera una carrera, pero no lo es y si tratas de liderar la carrera de la IA, simplemente perderás. Muchos se preguntan que hacer o que estará haciendo la competencia y, surge la encrucijada: ¿invertir para ganar o invertir para no perder?
¡El juego cambió! La IA, al igual que internet y la telefonía móvil, cambiaron el juego. Pero lo transformaron en algo diferente. No sigas jugando de la misma forma.
Más que nunca se requiere visión y a eso, no puedes llegar tarde. Además, como buen líder debes cuidar a la tripulación, para que nadie se caiga del barco.
Somos parte de una carrera, pero no una individual, sino una gran carrera. Donde el propósito es mayor. Eso significa que debemos elegir en que queremos aportar a este equipo. No todos tenemos que correr, pero tenemos que ver en qué parte del equipo estamos trabajando. Por ello, la colaboración y la cooperación, más que nunca, se vuelven fundamentales. Es mejor tener amigos.
No puedes ganar, pero puedes mantenerte jugando. Elige tu lugar y trabaja en equipo.
No puedes resolver todo, ni tiene sentido pensar cómo será el mundo en 2 años. Sólo puedes elegir la mejor jugada para los próximos 6 meses, prepararte para adaptarte y, poner foco en lo importante.
La tecnología es un aliado, no la brújula. Reconcíliate con la incertidumbre, no necesitamos tener todo claro. No necesitas trazar todo el viaje, solo la siguiente etapa. Vuelve a las preguntas esenciales. “el propósito no se encuentra mirando hacia dentro, sino saliendo al encuentro del mundo” – Víctor Frankl.
Puede sonar extraña la recomendación, pero “llamadme Ricardo”