Tendencias del sector construcción

PERMISOLOGÍA Y DELITO: el dolor del crecimiento en Chile

El año 1893 el Arquitecto austríaco Adolf Loos visitó la Exposición Universal de Chicago, ciudad en la cual trabajó como albañil y dibujante vivenciando in situ la llamada “Escuela de Chicago”. Fue tal el impacto, que lo llevaría a convertirse en uno de los principales exponentes del protorracionalismo, movimiento enfocado en la simplicidad y funcionalidad que sentaría las bases para el movimiento moderno, la Escuela de la Bauhaus y el surgimiento de la célebre frase de Mies Ludwig Mies Van der Rohe “Menos es Más”, la cual encierra toda una filosofía que se comenzaría a gestar con la arquitectura que Los construiría posteriormente en Europa y con su ensayo “Ornamento y Delito” (1908). 

El contexto de la Secesión en Viena de principios del siglo XX había provocado la contundente respuesta de Loos en forma de un manifiesto: “El estado austríaco se tomó tan en serio su trabajo que se preocupó de que las polainas de paño no desaparecieran de las fronteras de la monarquía austro-húngara. Obligó a todo hombre culto que tuviera veinte años a llevar durante tres años polainas en lugar de calzado eficiente.”  

El ensayo elevaba a una condición moral negarse a heredar los cánones innecesarios que retrasaban la evolución cultural de Austria frente a los avances que estaban aconteciendo en otras partes del mundo occidental: “El enorme daño y las devastaciones que ocasiona el redespertar del ornamento en la evolución estética, podrían olvidarse con facilidad, ya que nadie, ni siquiera ninguna fuerza estatal puede detener la evolución de la humanidad. Sólo es posible retrasarla. Podemos esperar. Pero es un delito respecto a la economía del pueblo el que, a través de ello, se pierda el trabajo, el dinero y el material humanos. El tiempo no puede compensar los daños.” Y continua enfáticamente “¡Pobre el pueblo que se quede rezagado en la evolución cultural!”, “El ornamento que se crea en el presente ya no tiene ninguna relación alguna con la actual ordenación del mundo. No es capaz de evolucionar.” “La falta de ornamentos es un signo de fuerza espiritual.”.

A partir de ese impulso espiritual Loos comenzó a materializar una visión también en sus construcciones y lo hizo inicialmente de forma parcial en la Sastrería Goldman & Salatsch (1909), conocida también como Looshaus, introduciendo las superficies lisas y el principio de Raumplan, según el cual los niveles y alturas interiores eran específicos y acordes a la función de los recintos.  La Looshaus se emplazaba la Michaelerplatz en oposición a los ornamentados edificios preexistentes, de forma controvertida para las autoridades y la sociedad de la época. De hecho, las autoridades municipales pusieron muchos impedimentos a la realización de la fachada e incluso paralizaron las obras hasta que Los introdujo modificaciones y aun así terminó siendo un edificio tan criticado que tuvo que dar una conferencia titulada “Mi casa en Michaelerplatz”, a la que acudieron dos mil asistentes, para explicar su obra a una sociedad que no la aceptaba. 

Hay algo en el espíritu de aquella época y en la obra de Loos que aún resuena en nuestros tiempos: la necesidad de generar un punto de inflexión y simplificar. No es que la permisología sea “maldita”, por un lado, ni tampoco una palabra inventada como chivo expiatorio para propiciar la desregularización, por otro, pero sí es evidente que se ha convertido en un intrincado entramado “ornamental” que recubre y no deja ver el espíritu que yace en cada objeto de protección, y muchas veces hasta genera paradójicamente el efecto contrario: atenta contra aquello que busca proteger. 

La permisología, como palabra, bien podría dar cuenta de una realidad, constatar los hechos sin mediar un juicio de valor en sí, sin embargo, en la práctica y en la prensa chilena de los últimos dos años, se manifiesta una fuerte carga peyorativa en su uso: lo peor de la burocracia y de nuestro sistema normativo como un lastre frente a los proyectos de inversión. 

Si buscamos proteger de forma eficiente tenemos que sistematizar orgánica y tecnológicamente, generar certidumbre frente a la discrecionalidad, comprensión y consenso respecto de aquello que queremos proteger y de qué forma proteger, y disponer de un capital humano especializado no ideologizado y con un sentido común técnico y estadista a la vez, que permita enfrentar cuantitativa y cualitativamente la demanda de proyectos que impulsarán el crecimiento y desarrollo económico presente y de la próxima década, de lo contrario la permisología persistirá como el problema más relevante de la burocracia actual y en definitiva el mayor dolor del crecimiento en Chile.