Suscrito en 2015, el Acuerdo de París de Cambio Climático tiene como objetivo estabilizar el incremento de temperatura del planeta en 1.5°C mediante la descarbonización de la economía. En las siguientes tres décadas, la mayor parte de la electricidad que consumimos deberá provenir de fuentes limpias y el transporte ser libre de emisiones.
Se estima que el monto para financiar la transición hacia una economía neutra en carbono es cercano a $5 billones de dólares al año. Sin embargo, actualmente se invierten menos de $800 mil millones de dólares, según cálculos de las Naciones Unidas. Más del 80% del financiamiento requerido para cerrar la brecha de financiamiento deberá provenir de fuentes privadas.
¿Pero quién verifica que estas inversiones sean efectivamente ejecutadas en proyectos con impacto social o ambiental positivo?
En los últimos cinco años, los gobiernos de todas las regiones del mundo han venido introduciendo regulaciones y criterios para validar estas inversiones a través de taxonomías. Estas, que pueden ser verdes verdes o sostenibles, integran criterios y esquemas de clasificación para evaluar si un activo, actividad económica, o proyecto de inversión tienen impacto en los objetivos ambientales o sociales de un país. Bien diseñadas, las taxonomías evitan la fragmentación de mercados, dan certidumbre a los inversionistas y evitan las declaraciones carentes de fundamentos mejor conocidas como greenwashing.
Actualmente hay 35 taxonomías en proceso de implementación o en desarrollo en todas las regiones del mundo. En América Latina, México y Colombia ya están implementando sus taxonomías y otros 13 países las están desarrollando.
A pesar de que no existe una definición o estándar de taxonomía internacionalmente acordado, todas las taxonomías parten de una base. Establecen objetivos e identifican actividades económicas de acuerdo con criterios de elegibilidad, métricas y umbrales basados en ciencia. Todas las taxonomías tienen como objetivo combatir el cambio climático y, algunas, también buscan prevenir la pérdida de biodiversidad, el control de la contaminación y uso sostenible de agua, entre otros.
En el diseño de las taxonomías, es importante definir los objetivos y seleccionar las actividades económicas para que apoyen el cumplimiento de las metas e intereses nacionales de sostenibilidad, pero al mismo tiempo para que sean comparables e “interoperables” con las taxonomías de otros países ya que ello se fomenta el flujo internacional capital.
La transición hacia una economía de bajo carbono y más sostenible es la mayor oportunidad de negocio del presente siglo. La adopción de una estrategia sólida de sostenibilidad permitirá a las empresas mejorar su eficiencia en el uso de recursos y reducir costos, así como fortalecer su reputación frente a consumidores, inversionistas y reguladores están demandando una mayor responsabilidad social y ambiental. Asimismo, permitirá que las empresas fortalezcan su resiliencia ante distintos riesgos, mejoren su capacidad de innovación y también su acceso a nuevos nichos de mercado y esquemas de financiamiento en condiciones favorables.
En este contexto, las taxonomías verdes y sostenibles servirán de referente a bancos, fondos de inversión, compañías de seguros y otras instituciones para garantizar que sus productos financieros sean canalizados a empresas y proyectos que cuentan con estrategias sólidas de sostenibilidad. Leer más