Hace más de una década, los primeros ejercicios de cuantificación y verificación de huella de carbono en la minería enfrentaron una serie de desafíos estructurales, metodológicos y culturales. A nivel general, estos procesos se realizaban en un entorno caracterizado por la baja disponibilidad de información operacional desagregada, escasa trazabilidad de los datos y una débil comprensión del concepto de emisiones en términos organizacionales y productivos.
Uno de los principales obstáculos fue la inexistencia de sistemas de monitoreo compatibles con estándares como el GHG Protocol o ISO 14064. La mayoría de las operaciones mineras no contaban con plataformas que integran información energética, de combustibles o procesos industriales, lo que obligaba a realizar cálculos manuales a partir de planillas Excel, entrevistas internas y reportes fragmentados. Esto derivó en estimaciones con alta incertidumbre, poco comparables entre compañías y difícilmente auditables.
Además, las fuentes de emisión más complejas —como el Alcance 3 o la huella de productos específicos— estaban completamente fuera del radar, debido a la falta de herramientas metodológicas y de capacidades técnicas. Las consultoras y los equipos internos estaban más familiarizados con el cumplimiento ambiental tradicional (por ejemplo, monitoreo de contaminantes locales) que con el enfoque de emisiones globales, lo que generó una curva de aprendizaje prolongada.
En paralelo, existía un bajo interés estratégico por parte de las empresas, ya que la presión regulatoria y financiera por temas climáticos era marginal. Las primeras verificaciones eran más bien iniciativas voluntarias, ligadas a reportes de sostenibilidad o compromisos reputacionales, sin obligatoriedad legal ni exigencia de terceros.
Otro desafío importante fue la falta de factores de emisión locales y sectoriales. En muchos casos se recurre a factores genéricos o internacionales, lo que afectaba la representatividad de los resultados. La verificación por parte de terceros también era compleja, debido a la ausencia de esquemas de acreditación o de validadores con experiencia en minería. Para la 1ra verificación de 3ra parte que realizó Minera Collahuasi el 2010 (primer ejercicio en Chile a nivel de industria), se recurrió a AENOR España, quien debió apoyar a su par local con especialistas que visitaron las instalaciones durante el proceso.
Hoy, el panorama ha evolucionado significativamente. Las empresas mineras muestran un interés creciente no solo por cuantificar sus emisiones, sino por validar y gestionar activamente sus inventarios de GEI como insumo para la toma de decisiones. La presión de inversionistas, sumada a la madurez de la agenda ESG, ha convertido a la huella de carbono en un activo estratégico y reputacional clave.
Sin embargo, persisten brechas estructurales: la alta dependencia de procesos manuales, la falta de integración de datos y la ausencia de automatización limitan la eficiencia y trazabilidad. En este contexto, la digitalización se vuelve esencial para cerrar el ciclo entre cuantificación y gestión climática efectiva.
¿Cuáles son las principales barreras que enfrenta la industria minera al intentar alinear sus procesos con estándares internacionales de sostenibilidad?
La industria minera enfrenta múltiples barreras al momento de alinear sus procesos con estándares internacionales de sostenibilidad, como GHG Protocol, ISO 14064/67, TCFD, IRMA o Copper Mark. Estas barreras no solo son técnicas, sino también organizacionales, culturales y tecnológicas.
Una de las principales barreras es la fragmentación y dispersión de la información operativa y financiera. Los datos requeridos para calcular emisiones de GEI, consumo energético, intensidad de uso de recursos o huella de producto están distribuidos en múltiples sistemas (ERP, SCADA, sistemas de proveedores, planillas, etc.), sin interoperabilidad ni trazabilidad. Esta desconexión tecnológica impide aplicar metodologías estandarizadas con consistencia y precisión.
Además, muchas operaciones aún operan bajo procesos manuales o reactivos, utilizando hojas de cálculo que no cumplen con criterios de auditabilidad, integridad de datos ni replicabilidad. Esto dificulta la generación de reportes alineados a marcos normativos o voluntarios como Copper Mark, IRMA o el Science-Based Targets initiative (SBTi), pudiendo limitar en algún minuto el acceso a financiamiento verde.
Otra barrera crítica es la falta de capacidades analíticas y normativas internas. Las áreas ESG o ambientales de las compañías mineras suelen estar sobredemandadas y sin herramientas digitales que permitan interpretar normativas complejas o modelar escenarios de reducción. La sostenibilidad sigue dependiendo de profesionales expertos, sin sistemas que “democraticen” el conocimiento técnico.
También existe una asimetría entre las exigencias globales y la realidad operacional local. Mientras los estándares internacionales promueven la trazabilidad completa de la cadena de suministro, muchas operaciones ni siquiera cuantifican emisiones indirectas de proveedores o transporte. Esta brecha se amplía cuando los marcos regulatorios evolucionan más rápido que la capacidad de adaptación tecnológica.
Finalmente, hay una barrera cultural: la sostenibilidad sigue siendo percibida como una obligación externa más que como una herramienta de competitividad. Sin embargo, la convergencia entre regulación climática, finanzas sostenibles y certificaciones ESG está cambiando esta lógica, obligando a las empresas mineras a transitar hacia una sostenibilidad basada en datos, evidencia y tecnología
¿Cómo puede una plataforma especializada en cuantificación, monitoreo y reportabilidad de huella de carbono transformar la gestión de emisiones en minería?
Una plataforma digital puede transformar radicalmente la forma en que la minería gestiona sus emisiones, pasando de procesos manuales, reactivos y fragmentados a sistemas integrados, automatizados, o semiautomatizados, y estratégicamente orientados.
Primero, se podría estructurar y estandarizar los datos operacionales y financieros necesarios para el cálculo de emisiones, mediante la integración con sistemas como ERP, SCADA, sensores de consumo energético, sistemas de proveedores o planillas de CAPEX/OPEX. Esta automatización reduciría significativamente los errores humanos, mejora la trazabilidad y podría ahorrar cientos de horas hombre por año.
En segundo lugar, una plataforma digital podría automatizar los cálculos de huella de carbono bajo múltiples marcos regulatorios como GHG Protocol, normativas ISO o HuellaChile, generando reportes normativos listos para ser auditados o enviados a organismos externos.
En resumen, la digitalización de la gestión de emisiones en minería no solo mejora la eficiencia, precisión y reportabilidad, sino que habilita un nuevo modelo de gobernanza ambiental.