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Un nuevo comienzo

El mes de la patria nos deja una clara señal de unidad, un punto de inflexión para la minería chilena, 3 alianzas estratégicas se anunciaron casi en paralelo y cada una rompe con el paradigma de trabajar en silos, lo cual parecía intocable. No son simples acuerdos comerciales: son hitos que muestran que la cooperación ya no es un deseo, sino una condición para sostenerse en un mundo competitivo.

La chilena Enami y la británica Rio Tinto firmaron un contrato para avanzar en un proyecto de litio en el Salar de Maricunga. Empresa estatal con tradición de fomento, se asocia con un gigante mundial para producir el “oro blanco” del siglo XXI. La señal es clara: el Estado no se retira, pero tampoco avanza solo, se construye un modelo donde lo público y lo privado suman sus capacidades.

Codelco y AngloAmerican dieron otro paso histórico: la explotación conjunta de Los Bronces y Andina, dos operaciones que durante 50 años compartieron frontera ahora comparten un proyecto común. El valor no está solo en la sinergia técnica o financiera, sino en demostrar que la cooperación entre rivales históricos puede ser más poderosa que la suma de proyectos individuales.

La tercera alianza fue entre Anglo y Teck, dos gigantes que durante años parecieron competir en paralelo, hoy exploran sinergias para enfrentar desafíos comunes. Porque la minería moderna no se trata solo de producir más toneladas, sino de hacerlo con eficiencia, responsabilidad social y estándares ambientales cada vez más exigentes.

Estas tres noticias marcan un punto de inflexión. Evidencian que la asociación público-privada es posible en minería, incluso en proyectos de gran escala. Se puede dejar atrás la lógica de silos y dar paso a colaboraciones que potencian capacidades, reducen riesgos y habilitan soluciones conjuntas. El mayor valor no es financiero, es estratégico y reputacional.

Hace 10 años, muy pocos habrían apostado por estas alianzas que hoy se concretan y lo relevante es que muestran un camino distinto: trabajar en conjunto permite capturar utilidad con rapidez y con menor CAPEX. En un contexto donde el capital es cada vez más escaso, la cooperación se convierte en el mejor vehículo para sostener crecimiento con eficiencia.

La digitalización, automatización y la transición energética demandan niveles de inversión gigantescos, ninguna compañía, por grande que sea, puede recorrer sola este camino. La cooperación se vuelve un habilitador estratégico para sostener la competitividad en el largo plazo. La minería del cobre y el litio no solo deben producir, deben garantizar trazabilidad, sostenibilidad y resiliencia.

Pero estas alianzas también traen desafíos enormes, no basta con coordinar inversiones o compartir infraestructura: es necesario armonizar culturas, estilos de gestión y visiones estratégicas. Los equipos de trabajo deberán aprender a operar bajo marcos mixtos de gobernanza, donde la confianza es tan importante como los balances. Ese será el gran desafío: gestionar cultura.

La verdadera prueba no será técnica, sino humana. Las personas deberán aprender a confiar, compartir conocimiento y colaborar incluso con antiguos competidores, construir una cultura de trabajo conjunto será tan exigente como habilitar un nuevo pórfido o levantar una planta completa. El cambio cultural requerirá liderazgo, paciencia y convicción para que estas alianzas sean exitosas y perduren en el tiempo.

Este nuevo comienzo es también una invitación. A mirar más allá de la ingeniería y reconocer el desafío cultural. La minería chilena tiene la oportunidad de demostrar que puede cooperar sin perder identidad, sumando talentos y valores diversos. Si lo logramos, no solo haremos proyectos más rentables, sino una industria resiliente y de clase mundial. El futuro de la minería no será de quienes produzcan más, sino de quienes sean capaces de cooperar mejor.