En Chile y América Latina, la construcción sustentable se ha convertido en una estrategia clave para abordar los desafíos ambientales. Sin embargo, algunos discursos predominantes, centrados en conceptos como "net cero" ("net cero energía" o "net cero emisiones de carbono") a menudo reflejan una perspectiva eurocéntrica que no considera adecuadamente las realidades locales. Descolonizar estos discursos es crucial para desarrollar una visión más apropiada, inclusiva y equitativa de construcción sustentable en la región.
El concepto de edificios "net cero" ha sido promovido como el estándar óptimo en la construcción sustentable. Los edificios net cero, también conocidos como edificios de energía neta cero, son edificaciones que producen tanta energía como la que consumen a lo largo de un año. Esto se logra a través de una combinación de reducción del consumo energético, eficiencia energética y generación de energía in situ mediante fuentes renovables. Sin embargo, este estándar requiere la implementación de tecnologías avanzadas y costosas, que no solo pueden ser inaccesibles en varios contextos, sino también innecesarias. Los edificios "net cero" en América Latina suelen ser edificios de oficinas u hoteles, a menudo pertenecientes a transnacionales, que importan con naturalidad estos modelos desde países del norte. Pero esta transferencia de modelos y estándares, sin una adaptación adecuada, no solo genera desigualdades sino que también puede resultar en soluciones ineficaces para la realidad latinoamericana.
En el contexto latinoamericano coexisten realidades disímiles en pleno siglo XXI, lo que nos hace pensar que las soluciones no pueden ser solo tecnológicas. Muchos hogares, y también comunidades escolares, habitan en condición de pobreza energética. La pobreza energética se refiere a la situación en la que los hogares o individuos no pueden acceder a servicios energéticos adecuados y modernos a un costo asequible, lo que afecta su bienestar, salud y calidad de vida, exacerbando las desigualdades socioeconómicas. La falta de acceso a la energía no solo limita las actividades diarias básicas, como cocinar o mantener una temperatura confortable en los hogares, sino que también afecta el rendimiento académico de los estudiantes y, en última instancia, perpetúa el ciclo de la pobreza. En muchos casos, la pobreza energética es resultado, no solo de los bajos ingresos de las familias, o de la falta de presupuesto operacional de los establecimientos educacionales, sino de una deficiente calidad constructiva y mala infraestructura.
Por lo tanto, los principios de construcción sustentable resultan pertinentes para abordar la pobreza energética, siempre que promuevan la eficiencia energética a través de estrategias económicas y ambientalmente responsables. Al reducir el consumo energético y los costos asociados mediante las viejas y conocidas estrategias de diseño pasivo, tal como el mejoramiento de la envolvente térmica o el aprovechamiento de la luz solar, no solo disminuye la dependencia de costosos sistemas de energía, sino que también mejora la salud y el bienestar de los habitantes.
Para descolonizar los discursos sobre construcción sustentable es esencial adoptar una perspectiva que reconozca las necesidades específicas de nuestro contexto. Esto implica no solo una adaptación técnica, sino también un cambio en los valores y prioridades que guían nuestras políticas y prácticas de construcción. Un enfoque verdaderamente descolonizado debe priorizar la justicia ambiental y social, asegurando que los beneficios de diseñar y construir edificaciones sustentables sean accesibles para todos, especialmente para las comunidades más vulnerables. En ese sentido, es bien recibida la actualización a la reglamentación térmica chilena, que promueve estándares mínimos para viviendas, edificios educacionales y de salud, contextualizados a los distintos contextos climáticos del país.