Durabilidad del hormigón: la deuda pendiente de la aplicación de la NCh170:2016

Han pasado ya nueve años desde la actualización de la norma chilena NCh170:2016, que establece los requisitos generales del hormigón, el material de construcción más utilizado en el mundo y en Chile. Su alcance incluye especificar, confeccionar, transportar, colocar, compactar, curar, proteger, desmoldar y descimbrar hormigones normales. Para hormigones especiales —como el proyectado o el autocompactante— deben utilizarse documentos técnicos complementarios.

La norma define durabilidad como la capacidad de una estructura o elemento de hormigón para resistir las condiciones físicas y químicas del entorno durante su vida útil. Esta depende directamente de las propiedades del hormigón y es clave para la protección de las armaduras frente a la corrosión. La durabilidad no es un atributo que se logre sólo con buena resistencia: debe considerarse desde el diseño de la mezcla hasta el curado y protección final del material.

En Chile, uno de los pocos métodos normalizados para estimar la durabilidad es el ensayo de penetración de agua según NCh2262, que se relaciona con el contenido de cemento, la relación agua/cemento y, en consecuencia, con la resistencia.

La NCh170-2016 establece que el proyectista estructural debe asignar clases de exposición según la severidad del entorno que enfrentará cada elemento. También debe considerar si el proyecto contempla medidas especiales de protección. Sin embargo, esta obligación rara vez se cumple: solo el 7 % de los proyectos publicados en la plataforma de Mercado Público incorporan especificaciones de durabilidad, situación que se repite al revisar los antecedentes de diseño de mezcla y ejecución. Actualmente no es que se especifique inadecuadamente, simplemente no se especifica.

¿Qué está fallando al momento del especificar? Desde mi experiencia, hay dos causas principales:

  1. Persistencia de prácticas obsoletas. Muchos ingenieros especificadores con más experiencia siguen usando criterios de la versión de 1985 de la norma, pensada para un contexto donde el hormigón se fabricaba en obra con escaso control y sin enfoque en durabilidad.
  2. Falta de formación técnica actualizada. Los nuevos profesionales muchas veces no tienen un curso formal de Tecnología del Hormigón. Al revisar rápidamente planes de estudio —con ayuda de IA— se constata que solo un 10 % de las mallas de Ingeniería Civil incluyen esta asignatura formalmente. En el afán de reducir la duración de las carreras, se han recortado cursos esenciales para el ejercicio profesional. 

Esto no es solo una deuda técnica: es una derrota cultural. La durabilidad es un principio transversal y su desconocimiento afecta la calidad, seguridad y sostenibilidad de nuestras obras.

En la norma, se identifican dos tipos de agentes agresivos: los internos (asociados a los componentes y su mezcla) y externos (asociados al ambiente). Los primeros son responsabilidad del fabricante, que puede ser el suministrador (premezclador) o la constructora (hormigón in situ), según dónde se elabore el hormigón. Estos últimos deben ser identificados y especificados por el ingeniero calculista, y la constructora debe cumplirlos en terreno durante a la ejecución.

La invitación es clara: actualizarse, revisar las normas vigentes, y entender que la durabilidad no es un concepto abstracto, sino un compromiso profesional. Formarse y especificar con conocimiento no es opcional: es una responsabilidad ética y técnica.