¿Cómo evolucionó el campamento minero con la industrialización?
El año pasado la minería en Chile empleó a más de 300 mil personas, de las cuales un 68% trabaja en la gran minería en un poco más de 20 faenas distintas. Si hay algo que las caracteriza, es que la mayoría de ellas se encuentran alejadas de un polo urbano, ya sea que estén en el desierto más árido del mundo o en la altura de la cordillera de Los Andes.
El desarrollo de la industrialización de la minería, en los albores del siglo XX, llegó de la mano con la necesidad de dar alojamiento a sus trabajadores. El primer gran asentamiento urbano generado en ocasión de la explotación de mineral fue Sewell, inaugurado el año 1905 y que llegó a albergar a 15 mil personas en la década de 1960.
La ciudad de las escaleras fue declarada monumento nacional en 1998 y Patrimonio de la Humanidad el año 2006, destacándose como un ejemplo excepcional de una ciudad obrera. Su diseño modular incluía departamentos diferenciados para familias y solteros, además, contaba con espacios de uso compartido como plazas y recintos recreacionales, e incluso poseía áreas de servicios como farmacias y almacenes.
Han pasado 120 largos años desde ese primer desarrollo habitacional, en este tiempo la minería ha evolucionado desde esas lejanas 100 mil toneladas de cobre fino a los actuales 5,5 millones, en consecuencia, sus campamentos también han debido adaptarse a las nuevas necesidades de los trabajadores.
En la gran minería ya no existen emplazamientos donde la empresa le entregue al trabajador un lugar para que aloje con su familia, quizás lo más parecido es Salvador, en pleno desierto de Atacama todavía quedan algunos colegas que tienen el privilegio de poder almorzar en casa con los suyos. Para los que trabajamos en el cerro, el estar lejos de casa es el mayor sacrificio que hacemos.
En un principio, los materiales de construcción fueron bloques de hormigón o incluso albañilería, los cuales, debido a la permanente búsqueda de reducción de horas de exposición en terreno, sumado a lograr una cada vez mayor velocidad de construcción, dieron rápidamente el paso a la construcción industrializada.
Actualmente los campamentos cuentan con recintos especializados, desde habitaciones adecuadas para las diferentes necesidades hasta lugares acondicionados para la práctica deportiva. En su mayoría son de madera recubierta, que se construyen en plantas industrializadas que ensamblan los paneles para formar módulos tipo container y son trasladados a los frentes de trabajo para ser unidos como si fueran un lego.
Uno de los grandes desafíos, es que los paneles se ensamblen directamente en terreno, evitando transportar aire sobre camiones. En esa línea toma valor el prefabricado de hormigón, aunque mientras las terminaciones y la urbanización sean la mayor demanda de horas en faena, se seguirá prefiriendo transportar los módulos listos para habitar.
Llevamos años trabajando para tener más y mejores campamentos, tratando de proveer las mejores condiciones posibles a cada persona que viaja una enorme cantidad de kilómetros para aportar con su pasión y conocimiento, ya sea en operación o en proyecto. Pero la pandemia nos dejó una gran lección.
El COVID-19 nos mostró que hay actividades administrativas que no necesitan estar de manera presencial en terreno, fue un aprendizaje a la fuerza, pero nos dimos cuenta de que es posible desarrollar el trabajo a distancia. Por lo tanto, deberíamos repensar nuestra forma de desarrollar nuestra actividad laboral y plantearnos como objetivo tener cada vez menos trabajadores en campamento, de manera de disminuir no solo los costos de alojamiento sino también la cantidad de combustible consumido por los viajes realizados.
El modelo híbrido parece ser un buen equilibrio entre la necesaria presencialidad y la vida familiar. Y en tu centro de trabajo, siguen trabajando con un modelo pre pandemia o lograron transformar las lecciones detectadas en lecciones aprendidas. Leer más