"Energías Renovables en Chile: Un Modelo para América Latina"
Recientemente discutía la importancia de reconocer que toda transición implica cambios profundos en el modelo, el esquema y el estado de partida. También hay un período de ajuste que no se puede ni se debe saltar. Este proceso es fundamental, y debemos darnos como país el tiempo necesario para llevarlo a cabo.
En la actualidad, la transición hacia una matriz energética más sostenible nos une y no puede dejar a nadie al margen; todos los actores y empresas relevantes en el ámbito energético desempeñan un papel crucial en este proceso. La complejidad de esta transición requiere múltiples enfoques y la colaboración de diversos sectores. Esta alianza y objetivo común, nos han permitido avanzar de manera más acelerada de lo que podríamos haber imaginado al inicio de esta necesidad nacional. Esto se debe en parte a que hemos comprendido que los beneficios de la sostenibilidad no se limitan al ámbito ambiental, sino que también son intrínsecos a toda la sociedad. Cada vez más, nos damos cuenta de que no somos una arista separada de la sostenibilidad; somos parte del medio ambiente, de la biodiversidad y de los conceptos de sostenibilidad y seguridad.
Sin embargo, este avance contrasta con el panorama mundial, donde el ritmo de la transición energética se ha desacelerado. Lograr un equilibrio que mantenga la viabilidad del negocio, la seguridad de la infraestructura y la sostenibilidad se ha convertido en un reto considerable.
Hoy somos uno de los países en América Latina con mejores resultados en el índice de transición energética, destacando por los altos porcentajes de generación de energía de fuentes solar y eólica. Estamos trabajando en el desarrollo de una infraestructura de transmisión confiable, que cumpla con altos estándares de calidad, y buscando siempre soluciones innovadoras y sostenibles, en el contexto de la crisis climática que enfrentamos.
Este progreso tiene que consolidarse con la mancomunión de todos los sectores de la sociedad. El apoyo institucional con certeza jurídica y estabilidad normativa es esencial, necesitamos empresas comprometidas, la participación activa de la comunidad, prioridades gubernamentales, asociaciones público-privadas y el impulso de tecnologías verdes innovadoras. Por ejemplo, la estrategia de hidrógeno verde en Chile puede convertirse en una de las más asequibles del mundo, gracias a nuestro entorno favorable para energías renovables. El país se ha comprometido a alcanzar el ambicioso objetivo de que el 70% de su consumo total de energía provenga de fuentes renovables para 2030 y a ser neutro en emisiones de carbono para 2050.
La estrategia de transición energética de nuestro país ha evolucionado en los últimos años, impulsada por un amplio consenso y avances en tecnologías verdes. Nuestro entorno favorable, caracterizado por fuertes vientos y altos niveles de radiación solar, es un factor clave en este proceso. Sin embargo, si no contamos con infraestructura de transmisión cada vez más robusta y un plan de almacenamiento sostenible, podemos tardar más de lo que deseamos y esperamos.
- De todas maneras tenemos que tener confianza, de que estos breves pasos que hemos dado frente a otros países de la región sirvan de inspiración y de lecciones aprendidas. Si no avanzamos juntos y alineados, la neutralidad en emisiones no será una meta alca
¿Cómo se garantiza la seguridad del suministro eléctrico mientras el país avanza hacia fuentes de energía más limpias y diversificadas?
Es fundamental que trabajemos en un objetivo común: asegurar una infraestructura confiable y de la más alta calidad, siempre en búsqueda de soluciones innovadoras y sostenibles que garanticen la eficiencia operativa. En este contexto, resulta crucial fomentar la investigación y desarrollo de políticas energéticas que promuevan infraestructuras sostenibles y un suministro eléctrico eficiente y confiable en nuestro país, enfrentando el gran desafío de innovar en medio del cambio climático y el desarrollo urbano.
Para lograrlo, es esencial modernizar la infraestructura de la red eléctrica, así como integrar e invertir en sistemas de almacenamiento de energía que permitan gestionar de manera óptima la intermitencia y variabilidad de las fuentes renovables en momentos en que no están generando energía. Sin embargo, la modernización por sí sola no es suficiente; también debemos enfocarnos en la eficiencia energética y en reducir la demanda de energía a través de un uso más eficiente en industrias, edificios, viviendas y transporte. Cada acción que contribuya a disminuir la presión sobre la infraestructura energética es valiosa.
Además, es imperativo invertir en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, tales como redes eléctricas descentralizadas, sistemas avanzados de almacenamiento y nuevas formas de generación de energía renovable, para fortalecer la resiliencia del suministro eléctrico. Es igualmente necesario fomentar políticas y regulaciones que faciliten la transición hacia energías limpias, asegurando, a su vez, la fiabilidad y seguridad en el suministro; esto podría incluir incentivos para tecnologías limpias y estándares para la infraestructura crítica.
Colaborar con otros países para compartir conocimientos, tecnologías y mejores prácticas en la gestión de redes eléctricas y en la transición energética es otra acción vital. Recientemente, experimentamos un evento climático que evidenció la urgente necesidad de desarrollar planes de contingencia y sistemas de respuesta rápida para gestionar cualquier interrupción en el suministro eléctrico, ya sea por desastres naturales, fallas técnicas o problemas de seguridad. Los vientos intensos que afectaron nuestra infraestructura energética nos obligan a prepararnos para una crisis climática que podría repetirse.
Es esencial diversificar nuestras fuentes de energía para reducir la dependencia de una única fuente. Esto implica promover una combinación de energías renovables, como solar, eólica, hidroeléctrica, biomasa y geotérmica, junto a fuentes emergentes como el hidrógeno y la energía marina.
Chile ha avanzado muchísimo, sobre todo en los últimos 15 años, donde se ha fomentado el desarrollo de proyectos de generación de energías renovables, pero eso no basta si no contamos con la infraestructura de transmisión que nos permita inyectar toda esa energía al sistema. Y cabe recordar que los megaproyectos de infraestructura de transmisión son interregionales y sus tiempos de construcción rondan los 10 años, como fue el caso de la Mega línea Cardones Polpaico y actualmente el proyecto más grande jamás construido en Chile que es el proyecto Kimal- Lo Aguirre, y para que estos tengan éxito es fundamental la voluntad de las instituciones que son claves para avanzar sobre todo en las fases relacionadas a la permisología.
¿Cómo visualiza el futuro de la energía en Chile, y qué pasos clave deben tomarse en los próximos años para asegurar un desarrollo sostenible en el contexto de la crisis climática?
El futuro de la energía en Chile se encuentra en un instante decisivo de transformación, guiado por la meta de avanzar hacia un sistema energético más sostenible y adaptado a los desafíos de la crisis climática. Con un notable potencial en energías renovables, particularmente solar y eólica, donde nuestro país ha sido pionero en el continente y también en el mundo. Somos reconocidos como un país que está en la vanguardia de la transición y tenemos la oportunidad única de liderar ésta, hacia un futuro energético más resiliente. Esto no solo permitirá enfrentar la crisis climática, sino que también contribuirá al crecimiento económico y promulgará un desarrollo respetuoso con el medio ambiente.
Sin embargo y como señalé anteriormente, es fundamental que este notable avance que hemos tenido en el desarrollo de grandes proyectos de generación renovable, vaya acompañado con estrategias que permitan fomentar y facilitar el desarrollo de los proyectos de transmisión que el país necesita. Si logramos empalmar el avance de la generación con los proyectos de transmisión, daremos pasos agigantados en esa línea y además logrando lo más importante de todo… garantizar la seguridad energética de Chile, eso es lo más relevante.
Si miramos al futuro, la clave radica en incentivar la adopción de tecnologías emergentes y soluciones innovadoras en la generación, almacenamiento y gestión de la energía. Al aumentar la inversión en proyectos de energía solar, eólica, geotérmica y otras fuentes renovables, especialmente en regiones con alto potencial, podremos acelerar la transición energética. Para ello, es esencial fomentar la inversión privada mediante incentivos fiscales, subsidios y políticas de apoyo, así como ofrecer incentivos para la adopción de tecnologías y prácticas energéticas eficientes.
Además, es fundamental modernizar la infraestructura eléctrica para integrar de manera efectiva la generación distribuida y gestionar la variabilidad de la energía renovable. Esto incluye invertir en tecnologías de almacenamiento de energía a gran escala para equilibrar la oferta y la demanda, así como establecer un marco regulatorio estable y claro que facilite la transición hacia energías limpias y garantice la inversión.
También debemos apoyar la investigación en nuevas tecnologías de generación, almacenamiento y gestión de energía, así como evaluar y gestionar los riesgos climáticos que enfrenta nuestra infraestructura energética. Esto implica considerar eventos extremos y cambios en los patrones climáticos, desarrollando estrategias de adaptación que protejan la infraestructura energética y aseguren la continuidad del suministro.
Finalmente, es crucial involucrar a la comunidad en este proceso, fomentando la participación de las comunidades en la planificación y ejecución de proyectos energéticos. Promover la educación sobre la transición energética y la importancia de las energías renovables es fundamental en la lucha contra el cambio climático.