Se suele decir que todo el mundo quiere llegar a ser mayor, pero nadie quiere ser viejo. En la construcción, como en la vida, el paso del tiempo es inevitable y, al llegar a la etapa sénior (50 a 69 años), surgen contradicciones difíciles de gestionar.
Por un lado, llegamos llenos de conocimiento y experiencia, con una perspectiva única y más posibilidades de aportar valor y disfrutar del trabajo. En cambio, también aparece el cansancio tras una larga trayectoria. Aunque suele ser época de reconocimientos y de cargos de mayor responsabilidad, es relativamente breve: la jubilación se acerca y el relevo generacional asoma con energía.
Aun así, la ilusión por ser útiles persiste, incluso después de la edad de jubilación. La pregunta es: ¿queremos seguir trabajando a cualquier precio? Estudios muestran que no. Tres factores son decisivos a partir de los 50:
- Sentir que aportamos valor.
- Recibir reconocimiento.
- Mantener la ilusión por lo que hacemos.
Seguir activos en la etapa sénior implica, en muchos casos, adaptarse a cambios importantes: dedicarse a otra actividad, buscar empleo en otra empresa, emprender o incluso optar por colaboraciones no remuneradas. Para prolongar la vida laboral, una planificación adecuada es clave incluso antes de la jubilación.
Rompiendo mitos en la etapa sénior
Los mayores obstáculos son los prejuicios:
- Edad de jubilación. Para algunos es aspiración; para otros, no. Solo es una referencia.
- Cambios tecnológicos. Con formación adecuada, la adaptación es posible.
- Felicidad. Para muchos está más ligada a la contribución que al ocio.
- Reinvención. Perder el miedo a transformarse es fundamental.
La vitalidad no depende de la edad, sino de cómo llegamos a ella. Hoy alcanzamos la jubilación con mejor salud que nunca. En Japón, por ejemplo, una persona de 75 años tiene hoy las mismas capacidades que una de 65 hace dos décadas. Es hora de redefinir nuestra visión del envejecimiento.
Cómo relanzar la trayectoria sénior
Los estudios identifican dos perfiles predominantes:
- Artesanos: apasionados por dominar su oficio, valoran la autonomía.
- Donantes: motivados por servir y generar impacto positivo en otros.
Prepararse para esta etapa requiere un paso delicado y realista: cuestionar nuestra posición y rol en el mundo laboral. Un proceso de adaptación incluye:
- Tomar consciencia. Preguntarnos quién queremos ser, aceptando que quizá no podamos seguir haciendo lo mismo.
- Dar un paso al frente. Afrontar el futuro con energía; el porvenir sénior se trabaja antes de los 50.
- Diseñar una ruta. Conectar el presente con la meta a 10 o 15 años: ampliar contactos, formarse o negociar reorientaciones.
El rol de las empresas
No todo depende del profesional. Las organizaciones también deben facilitar la transición del talento sénior mediante:
- Estrategias de retención y reclutamiento: identificar motivaciones y roles adecuados.
- Programas de actualización: alinear habilidades con la industria de los próximos 10-15 años.
- Planes personalizados: aprovechar fortalezas. Ejemplo: BMW ofrece a sénior tiempo parcial como mentores de jóvenes.
En definitiva, compromiso, planificación, estrategia, adaptación y formación son esenciales para superar con éxito los retos de esta etapa. Los profesionales sénior y las organizaciones que los valoren encontrarán en la experiencia y motivación una ventaja competitiva difícil de igualar.